La biografía de Steve Jobs escrita por Walter
Isaccson es un interesante libro resultado de una buena mezcla de la vida
personal y profesional de Jobs, y una buena dosis de administración de empresas
e historia de la informática.
Walter Isaacson nos presenta un Jobs
mentalmente inestable y maleducado; un jefe déspota, contradictorio pero que
sabía vender y sacar lo mejor de su equipo; un pésimo padre y compañero, pero un
empresario intuitivo, visionario, perfeccionista; un emprendedor, planificador
y creador. En resumen, una mala persona pero un excelente empresario.
Jobs supo reunirse de los mejores y formar
buenos equipos en empresas bien integradas con objetivos comunes. Valoraba la
comunicación cara a cara sobre todo para el surgimiento de nuevas ideas. Sostenía
que había que concentrarse en tres o cinco productos y hacer que fuesen geniales.
Para ello había que involucrarse y poner la atención en los pequeños detalles. Supo
asociarse con empresas (Microsoft, Disney, discográficas) que supuestamente
eran corporaciones contrarias a su mentalidad empresarial.
El control absoluto del producto, propuesto
por Job como integración del hardware y software para su mejor funcionamiento
se traduce en la esclavitud del consumidor. Que el ipod no permita copiar los
archivos a otro dispositivo con la excusa de que alguien comparta sus canciones
con los amigos, muestra el perfil de los clientes que aceptan la disciplina de
Apple y la ideología nada rebelde de Jobs.
La obsesión de Jobs por el control
se hizo evidente que tenía fines económicos al impedir que los apps de los
medios de comunicación incorporaran enlaces externos en el ipad. La censura en el ipad quitó la careta a Apple
y el apetito de control atrapó a los clientes de Apple en itunes.
Su obsesión por el diseño le impidió colocar
un grabador de cedés en los primeros iMac porque prefería los estilizados reproductores
de ranura a los clásicos de bandeja.
El
éxito de Apple
El ordenador personal es un artefacto que los consumidores usan en su
espacio privado (hogar o estudio) y por ello no están dispuesto a pagar un
importante sobreprecio: son productos que no pueden mostrar, no pueden presumir
de ellos y fracasaron a pesar de las millonarias campañas de márketing.
En mi opinión, el éxito de Apple surge con sus
artefactos portátiles (ipod, iphone, ipad) con sobreprecios de “solo” decenas o
cientos de dólares lo que hizo posible que los consumidores estuviesen
dispuestos a pagarlos para exhibirlos. Por esa misma razón son numerosos los
fracasos de Apple: teléfonos táctiles de escritorio, Apple TV y otros
dispositivos que no se pueden exhibir.
El libro tiene evidentes omisiones. Una es la
obsolescencia programada de los productos de Apple. El caso más conocido de
obsolescencia es la batería (que no se puede cambiar) de los ipod, diseñada
originalmente para durar entre 8 y 12 meses. Isaacson también pasa por alto las
limitaciones e incompatibilidad de los ordenadores de Apple y los problemas que
sufría el usuario medio. Otra omisión es el proceso de deslocalización y
tercerización de las fábricas de Apple, la sobreexplotación, las horrendas
condiciones laborales y los suicidios de los que fabrican sus productos en
China.
La pregunta final sería: si todo lo inventaba,
diseñaba y lo mejoraba Jobs y lo fabricaban empresas externas, ¿para qué
contaba Apple con 12.000 empleados?
“Cuando todos los demás estaban recortando
presupuestos, decidimos que nosotros íbamos a invertir a lo largo de aquella
etapa de depresión. Íbamos a gastar dinero en investigación y desarrollo y a
inventar productos nuevos para que, cuando la recesión tecnológica llegara a su
fin, estuviéramos por delante de la competencia.”
Steve Jobs