Fábricas de pastas, panaderías y pescaderías. Todos venden comida hecha. ¿Argentina está perdiendo su “rico” patrimonio gastronómico?
Las puertas de las neveras llenas de imanes de los “delivery” ya no me sorprendieron la última vez que visité a mi familia en Argentina. Inclusive, percibí una disminución de las franquicias de “telepollo” y “telempanadas”.
Pero lo que casi me cuesta un disgusto fue que comprar levadura se convirtió en un vía crucis para mi mujer por el barrio de Flores. La respuesta de los vendedores fue siempre la misma: “no tenemos porque ya nadie pide”. Otro dependiente intentó ayudar ofreciéndole la masa de la empanada ya preparada.
San José, la clásica fábrica de pastas del barrio se ha convertido en una cadena de comida hecha, que además vende pastas y productos de panadería. El “chino” del barrio no vende ropa ni todo a un euro. Puso un local de comida hecha que vende por kilo. La verdulería ofrece laensalada preparada, con las patatas cocidas y todo, al igual que hace el supermercado. Otro ejemplo: la pescadería de la esquina de Ramón Falcón y Bonorino tiene más gente atendiendo a los clientes que van a comprar pescado y calamares fritos que los que se dedican a vender a esas tres abuelas que todavía no se rinden y siguen pasando un rato en la cocina.
Creo que ahí está la cuestión. Se nos han muerto las abuelas tanas, gallegas o argentinas que encontraban en la cocina un espacio propio, donde eran las reinas y donde sentían una conexión con sus antepasados y sus raíces. Esperemos que esté exagerando y que además del asado de los domingos las jóvenes familias dediquen un poco de su tiempo a la cocina, porque de no ser así, Argentina estaría perdiendo un “rico” patrimonio cultural.
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